sábado, 8 de agosto de 2009

Nacer, crecer, grillar y morir

Al parecer la naturaleza humana está condenada a nacer, crecer, grillar y morir. No sé cómo se diga en otras latitudes a esa actividad que implica hacer comentarios maliciosos, sospechar de los logros , dejar caer frases falsamente casuales pero impregnadas de perversidad; en resumen, operar en la oscuridad en contra de alguien.

¿Qué es lo que nos lleva a la grilla?, ¿es la naturaleza humana?, ¿es producto del diario convivir?, ¿es por envidia, rencor, malicia, una inocencia mal entendida?

Sabemos que no hay gente perfecta. Y considerando que somos producto de una sociedad y que nos movemos en comunidades ya sean de índole laboral, amistosa, amorosa, lúdica o de cualquier otra naturaleza, tendríamos que partir de la base que ninguna de estas instancias sería perfecta tampoco.

Y por doloroso que nos parezca aceptarlo... nosotros tampoco somos perfectos. Tenemos nuestras manías y agenda oculta... que son la condición indispensable para contribuir a las historias de terror que circulan en todas las oficinas.

Vamos clavando pequeñas puñaladas por la espalda cada vez que nos acercamos a algún oído presto y murmurar:"¿Te fijaste que siempre llega tarde?", "¿viste que traía la misma ropa de ayer?", "claro, como es amiga del jefe", "siempre pide cigarros, ¿por qué no compra los suyos", "¿cómo le habrá hecho para llegar a ese puesto... porque seguro no lo ganó por su linda cara".

Y así vamos, poco a poco, aportando nuestro granito de arena para crear o destruir reputaciones, generar alianzas, determinar vinculos de poder.

Hay quien ve en esos comentarios una forma de dejar escapar la frustración del trabajo. Después de todo, nos puede cansar la rutina, podemos creer que nuestro trabajo no es suficientemente valorado, y un pequeño comentario hace las veces de un dulce que nos quita el amargor del café.

Hay otros que hacen de esta comunicación paralela toda una estrategia para alcanzar alguna posición de poder en la oficina. Es una herramienta más, porque después de todo, en la guerra y en el amor, todo se vale, y quien pega primero, pega dos veces.

Sin importar que los motive, lo asumimos como un mal necesario, algo que ocurre, que estalla esporádicamente, y a veces, deja alguna víctima. Y se nos olvida nuestra propia fragilidad, hasta que es nuestra espalda la que es apuñalada, y nos miramos con asombro de que la grilla, finalmente, nos alcanzara.

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