miércoles, 26 de agosto de 2009

El azar del destino

Si todo es cuestión de azar, ¿por qué no dejar las grandes decisiones al giro imprevisto del águila o sol? Quizá así ya te habría conocido.
Si todo es imprevisible, si nada está escrito, ¿por qué el azahar de mi perfume no te ha traído? Sé que no querrías más patria que mi piel, ni más territorio que mi boca. Y yo sospecho que tu cuerpo sería mi nueva patria y me cobijaría en tus besos.
Todos me repiten que estás ahí afuera, en esas calles donde igual se encuentran zapatos colgado de los cables de la luz, perros sin dueños, llaves que no abren ninguna puerta, libros en busca de ser adoptados; sólo que no hemos tenido suerte.
Pero si nada es azar y todo es necesario y fatal, entonces (lo sé en el fondo de mi corazón), estoy condenada: En este país donde se trafica con casi todo y donde casi nada es delito, lo único insobornable es el destino.

lunes, 24 de agosto de 2009

Un guiño podría ser suficiente

Algunas veces me gustaría coquetear con el "para siempre". Vernos en un bar, en una noche de lluvia como hoy, invitarle un martini y darle mi mejor mirada, (dicen que cuando quiero, mis ojos matan), para convencerlo de no apartarse de mi lado.
A veces, me gustaría conquistar el "jamás": convencerlo de que deslice un anillo de compromiso, justo a la medida de mi anular, tan huérfano de joyas.
Pero ni "para siempre" ni "jamás". Hay algo que los ahuyenta de mi lado. Por eso, en noches como estas, en que la lluvia arrulla mis sueños y mi piel se resigna a la caricia de las lágrimas, sé que sólo queda el ojalá.

sábado, 22 de agosto de 2009

Las batallas perdidas

Hay momentos en que quisiera tener las lágrimas precisas para decirte las cosas que se han quedado en el silencio.
Eres mi reino perdido. Las batallas que no empezado siquiera. La deposición de las armas. Estoy rendida - en la doble acepción de la palabra: exhausta y derrotada-; perdida y no encontrada.
¿Así será el resto de mi vida?

viernes, 21 de agosto de 2009

Las noches de vela

Los oigo en la noche. Sé lo que murmuran en el frío de las madrugadas, mientras encienden un cigarro y patean el suelo para entrar en calor.
Puedo intuir las vetas de desconfianza - e incluso de ira- en sus miradas. Sé que añoran las mañanas de los domingos, cuando se podían dejar ganar por la pereza de las horas muertas entre las sábanas aún tibias, y disfrutar el sol filtrándose por las ventanas. Y sin embargo, están en este páramo donde día a día libran batallas que exigen fiereza y a veces, sangre.
Ellos saben que yo sé de sus dudas. Yo sé de su lealtad... y por eso confío en que mi corazón no se volverá a romper.

jueves, 20 de agosto de 2009

Hay días así


Hay días en que la tristeza simplemente se despierta antes que uno. Le da tiempo de hacerse un café, husmear un poco entre los libros y las revistas, ver a través de la ventana. Si es muy temprano, puede incluso deslizar melancólicamente la mirada sobre las hojas marchitas de las plantas a las que nos hemos olvidado de regar, o de pasar el dedo sobre la superficie de la mesa para comprobar cuánto polvo ha caído.
De improviso, nos mira dormir... y entonces despertamos, sin saber muy bien el por qué de ese nudo en la garganta, de esas ganas de que no sea día laboral, porque lo único que quisiéramos es seguir entre las sábanas...


sábado, 15 de agosto de 2009

¿Dónde quedó el razonable justo medio?

¿Qué es más fácil: ser una buena chica o ser una cabrona?, ¿con qué esquema tendremos una vida más en armonía con nosotras mismas?, ¿qué esquema nos dejaría más satisfechas?

Es un problema eso de ser mujer soltera en una ciudad como la de México. O al menos, es un problema para mí y por eso tengo este blog: para no pagar terapia y poderme hacer estas preguntas por escrito, poniéndo en blanco y negro los fantasmas que a veces me rondan.

Como buena niña chilanga, Disney tuvo un gran papel en mi infancia. Me gustaban las princesitas pero no deliraba por ellas. Lo siento, Blancanieves me parecía una perfecta bruta y nunca entendí cómo le hacía tan feliz estar limpiando castillos o casitas, cuando yo odiaba ordenar mi cuarto.

Cenicienta tiene el mismo complejo y además hablaba con los ratones, que me parecían animalitos increíblemente tiernos hasta que ví uno en vivo y a todo color y se acabó la fantasía; la Bella Durmiente me caía bastante bien, hasta eso, y aún más el Príncipe Felipe, que era bastante abusadillo.

El común denominador de toooooodas estas heroínas, tanto en la versión Disney como en la "hard core" de los cuentos originales es que son buenas chicas: obedientes hasta la ignominia, no tienen lados oscuros ni bajas pasiones, respetan los deseos de sus mayores aún cuando les piden que renuncien a todo, incluyendo reino, nobleza y fortuna.

En la otra esquina, la de las cabronas, en materia literaria no he tenido grandes personajes femeninos con estas características. Quizá la que más se acerca es Milady de los Tres Mosqueteros que no era una perita en dulce (y por cierto, así le va), y en el cine, quizá la que mejor entendió el concepto era María Félix y por eso se convirtió en La Doña.

Entre ambos estereotipos tenemos diversos matices, donde las mujeres de carne y hueso, nos perdemos de vez en cuando. Y a veces somos buenas chicas, hasta que alguien nos regaña: "¿Cómo aguantas esos desplantes, qué te pasa, cómo puedes ser tan sumisa?" y entonces nos volvemos unas cabronas, hasta que también escuchamos una voz admonitoria: "No entiendo qué te pasa, eres tan mala, tratas a la gente como si fueran pañuelos desechables, es como si no tuvieras corazón".

En fin, que uno no queda bien con nadie, y a veces, ni con nosotras mismas... Habrá que recordar la máxima aquella de: "ni tanto que queme al santo ni tanto que no lo alumbre"...

sábado, 8 de agosto de 2009

Nacer, crecer, grillar y morir

Al parecer la naturaleza humana está condenada a nacer, crecer, grillar y morir. No sé cómo se diga en otras latitudes a esa actividad que implica hacer comentarios maliciosos, sospechar de los logros , dejar caer frases falsamente casuales pero impregnadas de perversidad; en resumen, operar en la oscuridad en contra de alguien.

¿Qué es lo que nos lleva a la grilla?, ¿es la naturaleza humana?, ¿es producto del diario convivir?, ¿es por envidia, rencor, malicia, una inocencia mal entendida?

Sabemos que no hay gente perfecta. Y considerando que somos producto de una sociedad y que nos movemos en comunidades ya sean de índole laboral, amistosa, amorosa, lúdica o de cualquier otra naturaleza, tendríamos que partir de la base que ninguna de estas instancias sería perfecta tampoco.

Y por doloroso que nos parezca aceptarlo... nosotros tampoco somos perfectos. Tenemos nuestras manías y agenda oculta... que son la condición indispensable para contribuir a las historias de terror que circulan en todas las oficinas.

Vamos clavando pequeñas puñaladas por la espalda cada vez que nos acercamos a algún oído presto y murmurar:"¿Te fijaste que siempre llega tarde?", "¿viste que traía la misma ropa de ayer?", "claro, como es amiga del jefe", "siempre pide cigarros, ¿por qué no compra los suyos", "¿cómo le habrá hecho para llegar a ese puesto... porque seguro no lo ganó por su linda cara".

Y así vamos, poco a poco, aportando nuestro granito de arena para crear o destruir reputaciones, generar alianzas, determinar vinculos de poder.

Hay quien ve en esos comentarios una forma de dejar escapar la frustración del trabajo. Después de todo, nos puede cansar la rutina, podemos creer que nuestro trabajo no es suficientemente valorado, y un pequeño comentario hace las veces de un dulce que nos quita el amargor del café.

Hay otros que hacen de esta comunicación paralela toda una estrategia para alcanzar alguna posición de poder en la oficina. Es una herramienta más, porque después de todo, en la guerra y en el amor, todo se vale, y quien pega primero, pega dos veces.

Sin importar que los motive, lo asumimos como un mal necesario, algo que ocurre, que estalla esporádicamente, y a veces, deja alguna víctima. Y se nos olvida nuestra propia fragilidad, hasta que es nuestra espalda la que es apuñalada, y nos miramos con asombro de que la grilla, finalmente, nos alcanzara.

jueves, 6 de agosto de 2009

El insomnio inútil

Uno de los principales aprendizajes que tuve en la Universidad fue la imborrable frase de un maestro al que apodábamos "El Gordo", entre otras cosas porque efectivamente era gordísimo, y porque nuestras mentes indomables de veintitantos años no daban para buscar sobrenombres más imaginativos y nos quedamos con el ya existente.

Además de enseñarnos lingüística, "El Gordo" también nos dio una frase de esas que persiguen toda la vida: lo que no se puede hacer en la cama, no vale la pena ni intentarlo. Oh feliz epifanía.

Sin embargo, he descubierto que hay cosas que pueden hacerse en la cama y no tienen ninguna repercusión favorable. El insomnio es quizá la cosa más inútil que se puede instalar: molesto como el zumbido de un mosquito y absolutamente inútil...

Hasta el momento, la única ganancia que me ha dejado el insomnio es la oportunidad de plantearme preguntas. No las grandes y trascendentes del estilo de qué hacer para acabar con la pobreza en México, cómo dar realmente una esperanza de cambio en el sistema político mexicano, quién gana realmente con todas las corruptelas que conocemos o sospechamos. No, esas preguntas son las que reservamos para las pláticas de café, ya sea para apantallar a nuestros interlocutores o sólo por sentirnos salvadores del planeta, con altas expectativas de colaborar algún día en el gobierno de Obama. (Aunque si no fuimos capaces de generar un mejor sobrenombre para un maestro, no veo si tendríamos las respuestas para salvar al mundo, pero bueno, Supermán tampoco se distinguía por ser altamente imaginativo).

En realidad, el insomnio da paso a las preguntas más terrenables, las pequeñas dudas que quizá están agazapadas a lo largo del día en los resquicios de los techos, porque cualquier insomnio que se respete, requiere una fija mirada en el techo, donde de niños buscábamos "mostros" (ningún niño azteca dice mounstro), y ahora dejamos vagar la mente, pensando que debemos despertarnos en unas cuantas horas para ir a la oficina."¿Qué es de mi vida?, ¿qué debería hacer?, ¿estoy donde quiero?, ¿hacia dónde voy?, ¿por qué el amor pareciera que va a durar toda la vida y sólo dura un instante?, ¿y si todo es una farsa?"... y así van pasando las preguntas, sin respuestas posibles, porque después de todo, sólo son pequeñas sombras en las que nos entretenemos mientras buscamos desesperadamente el sueño...