lunes, 31 de mayo de 2010

Lo que nos tiene juntos

Mi voz, la que te arropa con los secretos de los lugares que no existen, en realidad es de otra.
Te quiero desde el pasado, cuando te estremecías con mi sonrisa. Te amo desde el futuro, donde te interrumpiré para besarte en las palabras.
Lo difícil es arroparnos en el presente, cuando no tenemos tiempo (y sé sincero, tampoco deseo) de quedarnos en silencio, de intercambiar cotidianidades o cortesías de novios.
Por eso, a veces, en las noches, te miento y te digo que eres mi vida. Y sé, que a veces, en las mañanas, me mientes, y me besas con la costumbre de quien sabe que afuera está el mundo.
Nuestro amor radica en la desmemoria...

jueves, 27 de mayo de 2010

la batalla de la nostalgia

En lo que valgan mis palabras (un quintal de café, una ficha de dominó, la envoltura de chocolate que envejece en el fondo del saco, el billete que quedó guardado en un libro), te digo que te extraño.
Echar de menos es notar la ausencia. Ver alterada una rutina donde antes determinadas palabras usaban un confiable mapa para llegar a tus oídos, y ahora, forman montoncitos que brillan bajo luz.
Perder el destino implica también perder la prisa.
Confieso que en las noches de insomnio, cuando el corazón me traiciona, escribo largas cartas de amor sin destinatario, poseída por una nostalgia que se filtra y humedece la imaginación; donde hago cábalas sobre una ofensa real o imaginaria, de haber dicho de más...
La nostalgia puede doler, incluso físicamente. Notamos el peso de la espina que nos hace concientes de nuestros pasos. Y a pesar de toda esta carga, prevalece también una certeza: el silencio se paga con el silencio; y el desapego se paga con el olvido.

viernes, 7 de mayo de 2010

Cuando las palabras se quedan cortas

Es un lugar común decir que la muerte llega sin avisar. Nos trastoca. Se nos va el aliento mientras nos preguntamos, no cómo seguir adelante, sino cómo es posible que el mundo siga adelante, ocupado en sus cotidianidades.
Nos atrevemos a bromear sobre el tema cuando lo vemos lejano, y tocamos disimuladamente madera para mantenerlo así. Como mi tía Magdalena, que dice que a lo largo de su novenario, va a dejar instrucciones precisas para que haya tortas para la concurrencia; y cada día serán de un ingrediente distinto.
Sonreímos, claro que sonreímos porque nos lo dice una mujer a la que adoro, y que apenas pinta canas. Pero pienso en todos los funerales tristísimos a los que he asistido y donde siempre me sorprendo diciendo las mismas frases huecas de "¿qué hay? Pues nada... aquí", "así es la vida", "nos salvamos del rayo pero no de la raya", "no lo puedo creer, si se veía tan bien".
En ese momento, además, entiendo que hay cosas que de verdad no podemos expresar con palabras, porque ningún tono será lo suficientemente piadoso para consolarnos; y en algunos casos, es hasta contraproducente, como el funeral de mi tío Fidencio, donde todos estábamos sumidos en nuestro dolor personal, hasta que se apersonó un cura y empezó con aquello de "Estamos todos reunidos", con el tono de Ministerio Público donde seguro labora... Nomás faltaba que dijera "Corriendo el día tal de los corrientes, se apersonó el ciudadano, que clama tener domicilio en esta localidad".
Quizá ante el dolor... lo único que nos queda es el esperanto del abrazo.