jueves, 26 de agosto de 2010

Pues entonces, ¿qué somos?

"El problema de dejarte llevar es que luego, no hay límites"- mi prima Benilda contaba sus cuitas amorosas sin importarle mucho lo que pudiéramos decir el resto de las convocadas a esas tardes tequileras, donde hablamos con desparpajo de zapatos, ropa y hombres, por supuesto. "De repente no sabes si un beso es una declaración amorosa o nomás te le antojaste, igualito que un pastel o darle una mordida a un chocolate. Más aún: puedes terminar en la cama y al final, cuando te quedas entre con el remordimiento y con las ganas de más, preguntas: "¿qué somos?" y te contestan: "pues adultos, ¿no?"
- Hay tantas cosas que podemos ser ahora- contestó con gran seriedad Mixcoalt, amiga de muchos años, morena y coqueta, que tiene convencidos a sus compañeros de trabajo que lo más atrevido que puede hacer es tomar café con toda su carga de cafeína después de las nueve de la noche- mexicanos... contribuyentes... y hasta bicentenarios...
- Esa maldita costumbre de los hombres- murmuró Martha, quien suele tener comentarios que van de lo cursi a lo resentido.
- No, la maldita costumbre es de nosotras, que queremos creer- cortó de tajo mi tía Riquelme, entrando a la habitación sin tocar y armada también de un caballito de tequila que más bien era percherón. Todas nos quedamos un poco anonadadas, sin saber muy bien qué decir. Todas, mujeres profesionistas, dueñas de nuestro mundo y cuerpo, nos daba un poco de pudor tener esas pláticas con quienes todavía recuerdan cuando las mujeres no tenían derecho al voto- ay, no pongan esa mirada.
Hay dos cosas que Riquelme tiene en abundancia: trasero y sentido común, y ambos se apoltronaron en nuestra reunión, sin que el resto supiera muy bien como retomar la plática.
- Los hombres son mucho menos complicados de lo que creen y ustedes mucho más brutas de lo que se imaginan.
Todas nos miramos
- Somos humanos, niñas- siguió Riquelme- parece que no lo saben: mentimos, somos egoístas, buscamos nuestra comodidad... ¿de verdad eso les sorprende?... nos aburrimos, tenemos sueños que confundimos con realidades. Eso, sin contar, que todo lo que hoy nos parece cierto y claro, mañana nos hace cambiar de opinión.
- Por eso hay que andarse con pies de plomo- recovino, Mixcoatl, con esa voz de mujer de mundo, que al menos yo, odiaba
- No, cariño... hay que abrazar cada momento. Porque sólo así podrás tener la sabiduría de ver si alguien puede ser tu patria o si te va a contestar "somos mexicanos"

viernes, 20 de agosto de 2010

Una sola puerta

Pasó la otra noche. Estaba viendo alguna chick flick del anteayer -es que no hay belleza como la de Audrey Herpburn o encanto como el de Gregory Peck- cuando escuché un claro: "¡ya basta!"
- ¿Y ahora??, ¿qué pasó?
- Nada...
Ah, esa maldita palabra que en realidad significa "Todo y tú eres incapaz de comprender la profundidad de las heridas"; por eso, a la única persona que le perdono esos "nada" cargados de significados es a mi madre, y eso, por jerarquía.
- ¿Ya basta de qué?- aventuré, ante la posibilidad de un silencio incómodo.
- De tus reclamos
Abrí los ojo llena de sorpresa. Estábamos tan bien: una copita de vino blanco, fruta, pan gourmet...
- De verdad, no entiendo...
- Claro que entiendes. Siempre me estás reclamando. Siempre estás quejándote y siempre estás descontenta. Pareciera que la culpa de todo, la tengo yo...
- Bueno, es que tienes que asumir tu parte de responsabilidad- murmuré con la mirada baja, tratando de no llorar.
- ¿Mi responsabilidad?- ahora sí, en la voz había ese matiz que nos indica que estamos a punto de entrar al no retorno de gritos y sombrerazos. La batalla era inevitable- ¿de qué, exactamente, soy responsable?
- De esto...- abrí los brazos, en un gesto al aire, a la soledad; ahora sí, con los ojos llenos de lágrimas
Hubo un silencio, no demasiado largo ni demasiado profundo. Sólo una pausa en que sentí cierto amargor en los labios.
- Esta puerta ha sido la misma por la que ha entrado toda la gente- el tono ahora de una dulzura latente que me conmovió- Quizá no haya llegado el romance de tus sueños, pero sí los amigos de tu vida.
Sonreí.
Tenía razón y yo no tenía argumentos para seguir reclamándole. Después de todo, rara vez el corazón da explicaciones...

lunes, 16 de agosto de 2010

El engaño de lo perfecto

No hay nada peor que caer en el lugar común, pero no hay nada más común que aferrarse a los clichés. Tomemos a mi tía Eulogia. Alta, de negras intenciones y aún más negra mirada, tenía ese aire de misterio y distancia que resulta irresistible a tantos hombres.
Si por Helena, cruzaron los mares, por mi tía corrieron ríos de tinta..."Eres el amor de mi vida", "eres la luz de mi destino", "el filo de tu belleza corta el aliento", "los propios ángeles sienten celos de tu paso".
A cada frase, mi tía reaccionaba con un suspiro reprobatorio; hasta que mi tía Indalina murmuró: "No hay nada menos original que un enamorado".
Eulogia tosió y fingió no escucharla, una costumbre de lo más trillada en mi familia, o al menos, lo suficiente para que hayamos hecho de la tuberculosis un arte, sólo por no prestar oído a lo que no nos gusta.
Ya estábamos tan acostumbrados a las cartas, serenatas, flores, promesas de amor eterno, palomas mensajeras, que cuando vimos a Eulogia pálida, demacrada y sin ganas de salir de la cama, no lo entendimos.
Creímos que era la peste, la fiebre escarlatina, el agotamiento, alguna enfermedad de la sangre. En mi casa son muy entusiastas y nadie está a gusto hasta que los vaticinios terminan en funeral, así que también se habló de brujería, vudú, encantamiento a distancia.
Ya estábamos por salir en expedición rumbo a Catemaco, cuando mi tía Indalina nos quitó el entusiasmo.
-"Está enamorada y mal correspondida"- dijo mientras preparaba un café de olla.
Pasamos de la incredulidad al enojo. Ella, ella que había tenido a todos los que todas queríamos, a sus pies, ¿cómo había logrado enamorarse del único hombre que no encontraba encantadora ni deslumbrante?
En eso sí somos muy originales, hay que reconocerlo.
Lo peor de aquello era ver las lágrimas. Ella, tan hermosa, tan segura y dueña de su corazón.
- Es que es el hombre perfecto- pareció disculparse de aquellos arrebatos
- No, hermana. Si lo fuera, estaría a tu lado

jueves, 12 de agosto de 2010

Para encontrarnos

Amor mío. Aquí estoy. Sin ninguna defensa, sin murallas, ni trampas o estrategias. Soy yo, con la fiebre de poseerte. De tener y detenerte en un único momento que no volverá a repetirse.
Estoy aquí, sin corazas ni armaduras. No hay ejército que me proteja de tu piel morena. Tantas veces he deseado poderte hablar con esta voz de aventura, de noches que no pasen de tenernos uno al otro, de tendernos bajo la luz oscura de la luna. ¿Qué más puede pasar? Ya estamos pagando el estar tan solos como al principio, tan perdidos que no nos encontramos
¿Qué más da, entonces, tirar la brújula, prescindir de las rutas? Soy el gato de Cheshire sonriéndote, recordando que si no sabes a dónde quieres llegar, entonces tampoco importa qué camino tomes.
Quizá sólo así, sin caminos, sin premeditación ni ventajas, sea posible arrancar las dudas de tajo, y convencerte de que soy el refugio que buscas, la tregua que necesitas para tener sentido...

Aunque mal pague...

Cuando me enamoro, voy en un péndulo que va "desde la locura" hasta "pídeme lo que quieras". (Una de las mejores frases que me arrepentiré siempre de no haber sido la autora es lo dicho por Homero Simpson: "soy capaz de matar por tí, Marge. Pídeme que mate").
En fin, soy absolutamente fiel en ese esquema, aún cuando se preste al abuso.
Tomemos un ejemplo actual: mi absoluto, irrestricto e irredento amor por esta ciudad.
La defiendo, la procuro, trato de ser ciudadana ejemplar, no tiro basura en la calle; y a cambio obtengo encharcamientos que hacen parecer al Titicaca un lago aspiracional; embotellamientos, y lo peor de todo: discrecionalidad musical en el transporte público.
Antes bastaba con echarle una ojeada al caballero tras el volante para saber más o menos con qué nos deleitaría por espacio (con suerte) de media hora.
Así, un chavo que iba echando carreras, piropeando a las rorras, y con camiseta sin mangas, se decantaba por el rock pesado; el señor ya entrado en canas y con chalequito color "topo", iba entre el Trío los Panchos y Ray Conniff; y está siempre ese encantador contingente que ama la música grupera/ranchera/salsera, y que con la misma desfachatez pasan del "eeeeera del signo liiiiibra a la que yo quise ayer" a "Princesa Talibana" y "Cumbiaaaaaaaa de Orienteeeeeeee".
Pero ahora, es un camote: señores de respetable edad escuchando "yo por las buenas soy bien buena pero por las malas soy bien perra"; chavos que van escuchando música clásica (lo juro, lo he visto con mis propios ojos) o "La Hora de Luis Miguel".
En un trayecto, se puede pasar de "Bailemos con el Tuca, tuca, tucanazo" a los primeros acordes de "A mis enemigos". Reconozco mi falta de valor civil: me bajé con una rapidez que desconocía, pero pues no vaya siendo...
Pero además, tenemos a los trovadores urbanos, quienes armados con una guitarra, pueden suspender una sesión bastante aceptable de música urbana para agarrarnos a Arjonazos, aprovechando que somos un público cautivo.
Y es aquí, donde reconozco que mi paciencia es límitada. Y una vez, traté de sobornar al de la voz con 20 pesos a cambio de que suspendiera el ejercicio de tocar una canción y cantar otra, con letra de Arjona. Lamentablemente, la democracia me opacó y debí bajarme del pesero.
Por eso pierde uno la fe en el amor...

miércoles, 4 de agosto de 2010

Tres pequeñas palabras

Si las corporaciones están hechas de gente y la gente ha encontrado técnicas infalibles para obtener la atención de los demás, sólo era cuestión de tiempo para que las palabras más maléficas de todos los tiempos, sean usadas en nuestra contra.
Y así, recibimos llamadas de agencias tributarias, bancos, tiendas que nos dicen, sin el menor pudor, las tres pequeñas palabras que anticipan tormenta: "tenemos que hablar".
Estoy segura que esa frase ha precedido los peores momentos de la humanidad "Tenemos que hablar... ví cuando se comieron la manzana". "Tenemos que hablar, sobre mayor espacio vital". "Tenemos que hablar, lo que encontramos en Cuba parecen campos de béisbol".
Y así, con esa misma voz grave, de las que anticipan las grandes catástrofes, nos dicen "Tenemos que hablar, hay un problema con su cuenta", "Tenemos que hablar, el recibo que nos dejó no cubre los requisitos fiscales" (bueno, en México esto no es ninguna novedad: son necesarios 14 requisitos para convertir una inerte hoja de papel en "el" recibo. No sé de dónde creemos que los funcionarios tributarios no tienen imaginación y/o sentido -macabro-del humor).
Si estuviéramos frente a un ser humano, las palabras "tenemos que hablar" usualmente van seguidas con un "¿por qué?, ¿qué pasa? Si todo va tan bien". Con una voz que no conocemos y que nos agarra saliendo de la ducha, enmedio del pan tostado, a punto de entrar a una junta, lo único que atinamos a decir es "¿ahora?", una respuesta que en otro contexto nos condenaría al ostracismo social y ser catalogados como patanes sin corazón.
Claro que las voces graves que nos llaman por teléfono contestan con un tono de "¡¡claro que ahora!!!, sólo esto faltaba", mientras nos dicen, en tono profesionalmente neutro: "Lamentamos no poder proporcionarle mayor información. Puede hacer una cita en el teléfono ALGUN DIA CONTESTAREMOS, entre 8.30 a 12 de la mañana. Gracias".
Y uno se queda, con el teléfono en la mano, y el eco de las tres palabras malditas.