lunes, 7 de diciembre de 2009

Redimir los pecados

Entiendo que los humanos tenemos un muy particular modo de hacernos bolas (o cuadritos, como los terrones de azúcar), para prohibirnos una y otra y otra vez las cosas que nos gustan. Nos hemos puesto toda clase de trabas para portarnos "humanamente" y no andar dando rienda a nuestros instintos.
En la modernidad de nuestra vida ya tenemos un nivel francamente extraño de sofisticación: tenemos sustitutos para prácticamente todo lo que nos gusta pero nos hace daño, pero son eso: sustitutos, ¿Es que estamos olvidando nuestra vida para tener una especie de vida "pidata", sin azúcar, sin sal, sin grasas saturadas, sin desvelos?
Aunque claro, hemos ganado en salud. Además, el método anterior era bastante limitante. Seguramente todo empezó cuando el Señor se dio cuenta que el poner un letrero en el Jardín del Edén que dijera "prohibido arrancar manzanas" o "prohibido pisar el césped" tenía el mismo nivel de cumplimiento que una luz roja en el cruce de Insurgentes y Viaducto, así que optó por una política de tolerancia cero.
Y tenemos así siete pecados capitales: ira, gula, avaricia, lujuria, pereza, envidia y soberbia. Para garantizar que nos íbamos a portar bien, nos dieron el manual de cómo portarnos, y tenemos siete virtudes: Humildad, caridad, castidad, paciencia, templanza, compansión y diligencia .
Aunque, también es verdad que si uno es pecador estándar, con el nivel promedio de caer en tentaciones, también es verdad que los propios pecados pueden contrarrestarse entre sí: contra la ira, pereza; contra la gula, avaricia; contra la lujuria, también la pereza, porque la ira y la lujuria han generado toda una explosión natal alrededor del mundo, con eso de que a la gente le da por enojarse y luego contentarse... Contra la avaricia puede funcionar la soberbia para agarrar a billetazos a alguien.
Aunque, viendo el estado del mundo, tampoco esto ha funcionado muy bien. Lo cierto es que nos hemos contentado por transitar por la vida, como si tuviéramos el semáforo de Viaducto e Insurgentes... manejado por los polis.

jueves, 3 de diciembre de 2009

Ser haragán y no morir en el intento

Estaba yo tiradota en el sofá disfrutando -y ejerciendo- el deporte nacional: quejarme.
Había razones de sobra para ello, bueno en el D.F. siempre hay razones para ello, pero ahora era mucho más particular: el día anterior había caído en las garras de un desaprensivo maestro de spinning que gritaba con el mayor gozo "vamos, ahora estamos subiendo la montaña" mientras yo pensaba "tomo el autobús y los espero arriba".
Al día siguiente, sólo externaba el quejido que emitía todo mi cuerpo. Claro, esperaba también cierta dosis de compasión, pero en mi familia, en vez del consabido apapacho, optan por soltar datos del National Geographic para que tengas perspectiva de la vida. Claro, podría ser peor: podrían citar a la Sedesol, pero no tenemos presupuesto para hacer el despliegue similar al que hizo el Secretario que nos explicaba, con entusiasmo de televangelista, sobre la pobreza endémica del país. Y luego dicen que los del PAN no tienen sentido del humor.
En fin, que volviendo a mi dolor y el sofá, recibí una sola respuesta a mis plegarias de adelgazar comiendo chocolates: "Los músculos necesitan contraerse para trabajar", fue el críptico mensaje de mi padre. Y yo que me quejo de las galletitas chinas.
Así que... el conejito necesita saltar, los antílopes correr, todo en orden de tener músculos esbeltos que funcionen. Leopardo panzón seguro que no cazará y morirá de hambre (mi familia también es muy dramática y suele terminar todas las frases con "y te mueres"). Sospecho que ellos fueron los que hicieron las campañas pro salud que hemos atestiguado últimamente: "si comes demasiado, te puede dar un infarto (y te mueres)", "si no haces ejercicio, te sube el colesterol (y te mueres)", "El café es malo para la salud (y si lo compras en Starbucks, aparentemente, ¡también te mueres!)".
Así que como ser humano que soy, debo lidiar con el hecho de que ya no siendo un animalito silvestre, debo inventarme actividades varias que permitan la contracción de los músculos, aunque algunas son francamente ridículas.
Porque enfrentémoslo: tendernos sobre la espalda, para subir hombros y parte del tronco, unas 350 veces, y después volver a quedar tendidos y sin ganas de hacer nada, no es exactamente la actividad más entretenida, como tampoco lo es nadar en círculos hasta quedar agotados o correr en cintas que nos llevan exactamente a ningún sitio.
Después de hacer todo eso, lo único que dan ganas es derretir una barra de chocolate con un poco de leche caliente, y agregarle mucha crema batida y caramelo.
Claro que siempre hay opciones donde el ejercicio no es una opción sino la única forma de sobrevivir, como salir a la calle, y tratar de esquivar, caminando, coches, perros, niños, bicicletas, peseros, camiones, patrullas y otras faunas más agresivas que pululan en esta ciudad. Pero esas ya son medidas extremas que se toman cuando no hay más fe en la vida.
Claro, una tercera y última opción es quedarse tiradote en el sofá y decir, bueh... de algo hay que morir. Abrir un paquete de galletas doble chocolate y comerlas filosóficamente.

martes, 1 de diciembre de 2009

Juanito y Clarita: un amor como no hay otro igual (afortunadamente)

Ciertamente, chiquillos maravillosos, México no es Disneylandia. Nacer en un país donde la vida no vale nada, nos hace más proclives a tomar decisiones que no están fundamentadas en el sentido común.
Podemos decir que los Noruegos son fríos y tienen un clima espantoso y hay muchos suicidios (variante "B" de la vida no vale nada), pero al menos se aburren con dignidad.
Aquí, por el contrario, nos gustan las emociones fuertes, beber el tequila de la botella e ir a echar balazo al Tenampa (y a algún que otro Starbucks).
O quizá es que después de estar tan expuestos a Laguna Verde y el entretenimiento ñoño de las telenovelas que comienzan a coquetear con la oligofrenia es que ya nos parece hasta graciosa la historia de amor, como no hay otra igual, de "Clarita y Juanito".
La trama empezaba bien: Ella es una muchacha dulce y campirana, que a las primeras de cambio, se sube al lomo del caballo, flores en el pelo y saludando uno largo y otro corto, y que por cuestiones ajenas a esta telenovela, sólo sabemos que no pudo contender a la corona de la Reina de Iztapala.
Él, claramente, tiene una debilidad por los reflectores y vaya que los ha sabido aprovechar, con escenas tan memorables como quitarse la camisa a la primer provocación, como en aquel innenarrable capítulo de premiación de Mr. México, Mr. Músculo o Mr. Tanga, que para el caso es lo mismo.
Cierto: no eran el uno para el otro, pero en la política, que exige menos verosimilidad que cualquier novela rosa, los puso en el mismo camino.
Se amaron tiernamente hasta que los intereses oscuros volvieron loco a Juanito, quien dicho sea de paso, jamás nos convenció en que era la mente brillante que llevaría a Iztapalapa al Edén, por lo que el argumento de "se volvió loco" es bastante debatible. Y otra tangente: nunca he entendido por qué se habla de oscuros intereses cuando son bastante transparentes. (Era como cuando acusaban a los políticos de enriquecimiento inexplicable...)
Total que ahora tenemos en encamotamiento (no encamamiento, favor de leer bien) que deja a la muy lamentable adaptación de Corazón Salvaje en calidad de pieza literaria contendiente al Premio Nóbel.
Más allá de los candados legales, leyes, gritos, votos y todo lo que puedan hacer para mandar a cada quién a su esquina, no puedo dejar de tener cierta condolencia sobre cómo será Juanito en unos meses, si es que esta comedia política no termina en tragdia, y pueda recordar esta época como la más feliz, escuchando el coro de "Ay Juanito no te rajes" y el ufano respondía "Y Juanito no se rajó"...