viernes, 25 de septiembre de 2009

Dentelladas en la oscuridad

El problema de los deseos no son los dientes, sino las dentelladas con las que nos recuerdan que los dioses, cuando nos quieren perder, conceden lo que pedimos.
¿Cómo no pedir cuando veo esas hermosas manos? Sé de las miradas de tus ojos luminosos, los labios que esconden besos en sus comisuras y entonces, el deseo se revuelve en mi interior, me muestra el filo de sus dientes, me recuerda que también tiene garras dispuestas a abrirme la piel.
Venir de un país donde los dioses exigían sacrificios humanos me obliga a plantear una duda razonable: ¿El deseo compartirá ese gusto de tomar la sangre de los otros como una especie de Prozac, o necesita más? Sé que tus labios no serán un santuario donde refugiarme: todo lo contrario, serán el verdugo que me rompa el corazón... ¿será suficiente entonces entregarlo, trozo a trozo, para calmar la rabia del deseo concedido?

lunes, 21 de septiembre de 2009

La media derrota

Tengo tal miedo de quererte que cada latido de mi corazón que te niega, me duele.
Estoy derrotada antes de empezar la batalla. Mi coraza es cada vez más estrecha aunque los fosos también sean más profundos. He descubierto la inutilidad de las armas para mantenerte alejado. Quiero no verte, y sin embargo, el alba me encuentra rezando, pidiendo tu presencia junto a mí; esperando tus manos abriendo la oscuridad para deslizarse sobre mis párpados, encontrando mi boca que sólo sabe decir tu nombre...

martes, 15 de septiembre de 2009

Su llamada es muy importante para nosotros...

No hay nada más frustrante que hablar con una grabación.
"Buen día, nuestras operadoras están ocupadas; su llamada es muy importante para nosotros, utilice nuestro menú teléfonico que es muy eficiente", y entonces entra uno al laberinto, que ni siquiera es de soledad: es de una profunda desesperanza, un hoyo negro donde se marcan las teclas una y otra vez, con la seguridad de que no hay nadie del otro lado para ayudarnos.
Estoy segura de que el infierno en realidad es llegar a un escritorio donde alguien nos recibirá, digo, es el infierno: seguro tendrán infraestructura y burócratas limándose las uñas, escuchando alguna estación de radio y comiendo alguna fritura, que nos dirá que nuestro documento se traspapeló, que por supuesto es un error que estemos ahí y que pasemos a la cabina telefónica.
Descolgaremos el teléfono y nuestra peor pesadilla comenzará a materializarse: si quiere hablar con alguien pero no sabe la extensión, marque el 1 seguido de numeral. BEEP. Su selección no es válida, marque asterisco BEEP. Su selección no es válida, marque las primeras letras de la persona con la que quiere hablar. 7282. BEEP. Su selección no es válida.
O, quizá la selección sea válida, y entonces haya una grabación que diga "En este momento, la persona (o ángel caído o su Satanidad, no sé cómo diga en su tarjeta de presentación) no está disponible. Le sugerimos marcar cero para tener asistencia inmediata" BEEP. Lo sentimos, nuestras operadoras están ocupadas; su llamada es muy importante para nosotros, utilice nuestro menú teléfonico que es muy eficiente"... y así... por toda la eternidad

jueves, 3 de septiembre de 2009

Irrupción

Me falta valor para entrar en tus sueños. No lo puedes reprochar. Tengo la mirada del culpable, probablemente rastro del único hurto que he cometido: tenía diez años y me llevé un paquete de chicles. Me cayó todo el peso de la ley (materna, por supuesto. La legal nunca ha sido el fuerte de mi entorno).
Truncados mis deseos de seguir los pasos de John Dillinger, sólo puedo soñar con el crimen perfecto: Deslizarme por tus párpados cerrados, rozar con mis labios tu oído y pedirte, con la voz derretida en la luz de la madrugado, ardiente susurro, que me dejes robarte un beso.

martes, 1 de septiembre de 2009

Un breve engaño

Somos infieles por naturaleza (incluso a nosotros mismos), pero hay momentos en que no podemos escapar de nuestras mentiras, (por blancas, inocentes y frágiles que sean).
Seguimos los pequeños ritos matutinos de desperezarnos, deshacer el tibio nudo de las sábanas, verificar que el cielo aún sigue ahí. Pasamos la mano por el rostro, buscamos los lentes (los que tenemos la suerte de no ver el mundo nítido durante todas las horas del día), o el reloj o el despertador para ver que realmente no hay mayor posibilidad más que levantarse y seguir adelante.
Sólo entonces somos totalmente fieles y nos entregamos a los pequeños ritos que van dando sentido al día: revisar la profundidad de las ojeras, las canas que han surgido en la complicidad de la noche, las arrugas que nos dan un aire más propio (o más canalla, todo depende del pasado).
Y sutilmente, casi con dulzura, vamos planeando los engaños: traicionamos al sueño que aún nos habita con el café de mañana, al cansancio con el lápiz labial o a la lluvia con la bufanda que nunca sabemos dónde dejamos.
Nadie puede ser tan inocente y andar por el mundo sin algo de protección...