sábado, 15 de agosto de 2009

¿Dónde quedó el razonable justo medio?

¿Qué es más fácil: ser una buena chica o ser una cabrona?, ¿con qué esquema tendremos una vida más en armonía con nosotras mismas?, ¿qué esquema nos dejaría más satisfechas?

Es un problema eso de ser mujer soltera en una ciudad como la de México. O al menos, es un problema para mí y por eso tengo este blog: para no pagar terapia y poderme hacer estas preguntas por escrito, poniéndo en blanco y negro los fantasmas que a veces me rondan.

Como buena niña chilanga, Disney tuvo un gran papel en mi infancia. Me gustaban las princesitas pero no deliraba por ellas. Lo siento, Blancanieves me parecía una perfecta bruta y nunca entendí cómo le hacía tan feliz estar limpiando castillos o casitas, cuando yo odiaba ordenar mi cuarto.

Cenicienta tiene el mismo complejo y además hablaba con los ratones, que me parecían animalitos increíblemente tiernos hasta que ví uno en vivo y a todo color y se acabó la fantasía; la Bella Durmiente me caía bastante bien, hasta eso, y aún más el Príncipe Felipe, que era bastante abusadillo.

El común denominador de toooooodas estas heroínas, tanto en la versión Disney como en la "hard core" de los cuentos originales es que son buenas chicas: obedientes hasta la ignominia, no tienen lados oscuros ni bajas pasiones, respetan los deseos de sus mayores aún cuando les piden que renuncien a todo, incluyendo reino, nobleza y fortuna.

En la otra esquina, la de las cabronas, en materia literaria no he tenido grandes personajes femeninos con estas características. Quizá la que más se acerca es Milady de los Tres Mosqueteros que no era una perita en dulce (y por cierto, así le va), y en el cine, quizá la que mejor entendió el concepto era María Félix y por eso se convirtió en La Doña.

Entre ambos estereotipos tenemos diversos matices, donde las mujeres de carne y hueso, nos perdemos de vez en cuando. Y a veces somos buenas chicas, hasta que alguien nos regaña: "¿Cómo aguantas esos desplantes, qué te pasa, cómo puedes ser tan sumisa?" y entonces nos volvemos unas cabronas, hasta que también escuchamos una voz admonitoria: "No entiendo qué te pasa, eres tan mala, tratas a la gente como si fueran pañuelos desechables, es como si no tuvieras corazón".

En fin, que uno no queda bien con nadie, y a veces, ni con nosotras mismas... Habrá que recordar la máxima aquella de: "ni tanto que queme al santo ni tanto que no lo alumbre"...

1 comentario:

  1. El bendito punto medio... yo creo que deberían producir una cajita de punto medio instantáneo en el súper "sólo agregue agua".

    Creo que en efecto "el princesismo"-como concepto- es culpable de tantas y tántas percepciones erróneas... no se trata de ser una buena chica o una cabrona... todas tenemos ambos potenciales... y tampoco se trata de "Y vivieron felices para siempre" (esta aberración mental es la más dificil de batallar).

    Al final, si nos hubieran contado la historia completa, la princesa ni era taaaan buena y no vivieron felices para siempre... Blancanieves jamás logró ser monógama, a Cenicienta le cargaba el complejo de chacha y seguro tenia razcos esquizoides, Bella era claramente zoofílica y Jazmín se cansaba de lidiar con un haragán cleptómano... la esperanza es que al final batallaron con su escala de grises.

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