viernes, 15 de julio de 2011

No me puedo traicionar

Y yo quisiera, de verdad, esconderme entre mis propias sombras y traicionar mis más sagrados principios. El primero con el que terminaría sería mi pasado analógico. Olvidar que en la casa de mi niñez no había horno de microondas, control remoto para la tele o que los discos eran LP's (y libré verdaderas batallas campales para tener derecho a "mis" propios gustos musicales, porque para mis padres, la única música escuchable y digna de entrar al sacrosanto hogar era Toña la Negra).
Ahora, me parece tan natural ver el Ipod (mi amor más profundo, después del café), el teléfono celular, ¡Redes sociales!, computadoras que caben en una bolsa.
El problema es que comienzo a desarrollar una bipolaridad preocupante: Mientras una parte mía entra con total desparpajo y naturalidad a abrazar la tecnología, mi yo analógico se asombra: ve esas manifestaciones con reverencial temor y está a tres minutos de empezar a levantar altares paganos para dar gracias por la llegada del e-mail, y poner ofrendas para que el Dios Google no descargue su furia (y además me puede encontrar con Google Maps)
Quizá todo es cuestión de empatía. En cuyo caso estoy frita, porque Google + se mueve en círculos, y claramente, soy un bloque para entenderlo. Así, creo que es imposible nuestro amor...