viernes, 24 de julio de 2009

Las preguntas que nunca hice en civismo

Una de las series que más he disfrutado ha sido "El ala Oeste". Amaba esa puesta en escena, de auténtica política ficción, más heredera del mundo Disneylandia que de cualquier gobierno real, y en particular, Estados Unidos.

Los personajes estaban bien delineados, más allá de las fronteras obvias del bien y el mal: era la inteligencia lo que los movía, la pasión por el servicio y el bien común, cumplir la esperanza de los que habían dado su voto y no decepcionar a los que no habían votado por ellos. Decisiones apasionadas, sólo gobernadas por el resultado final y dejar un legado del que se pudiera estar orgulloso.

Oh si, es un mundo paralelo al que uno quisiera pertenecer, en especial, cuando uno encuentra encabezados del estilo "Pemex dará refinería al primero en donar terrenos" o "Gómez Mont reta a La Familia a meterse con la autoridad, no con los ciudadanos".

Este tipo de actitudes me hace recordar aquello de: nuestra clase política, ni es política, ni tiene clase. Reducir una decisión técnica a un concurso del que llegue primero a la pared de enfrente gana; o gritar "yo, Segob, le declaro la guerra a......." no me parece serio. Es una política de papel de china (ahora que está tan de moda el asiático país), que se deshace entre las manos.

Durante años he oído todo tipo de declaraciones, porque eso sí tiene nuestra mente barroca: amamos las palabras, amamos los discursos, las promesas, las declaraciones. No en balde somos una sociedad memoriosa para las afrentas, y si no, ahí está cualquier cena de Navidad y/o Año Nuevo para demostrarlo, con grandes frases de "tú ni me digas nada, porque acuérdate que hace 3 años, cuando estábamos en la fila del súper, me dijiste que me veía gorda".

Tengo buenos amigos que se han interesado en la política, y justamente por ellos, me freno en mis declaraciones absolutistas de poner a todos los servidores públicos en el mismo saco, porque me consta que hay gente muy comprometida con realmente un cambio, pero para mí, todavía hay misterios sin resolver, dudas que arrastro desde mis lejanas clases de civismo en la escuela, y que me daba pena preguntar para no parecer ignorante (oh si, mi pecado es la soberbia).

Y todavía me planteo las mismas preguntas: ¿exactamente cómo se fijan los sueldos en la burocracia, con qué criterio, todos estos recursos son transparentes o cómo se conforman las cajas chicas?, ¿por qué no se puede reformar el sistema de justicia mexicano?, ¿por qué hay gente que está en una cárcel esperando el juicio, cuando se suponía que uno es inocente hasta que se demuestra lo contrario, y por lo tanto, sólo debería privarse de la libertad hasta que ya haya una sentencia?, ¿por qué a alguien le pueden dar 6 años de cárcel por robarse un peluche y no hay responsables cuando mueren 48 niños?

¿Exactamente qué hace un Ministerio Público, cómo trabaja, a quién le rinde cuentas?, ¿por qué ir a la delegación es una amenaza y no una instancia eficaz para la resolución de conflictos?, ¿por qué los policías le hacen la competencia a un semáforo con silbidos, movimientos de mano, mentadas (oh si), pero no detienen a los conductores que van hablando por el celular mientras manejan o que efectivamente se pasan un alto, o dan vuelta en lugares prohibidos?

Son mis misterios cotidianos. Mis preguntas constantes... ¿alguien más las comparte?

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