jueves, 30 de julio de 2009

Con la guardia arriba

Lo más difícil de ser chilango consiste en mantener siempre la guardia arriba. José Alfredo Jiménez pudo haber nacido en Guanajuato, pero sin duda se filtró en los mantos acuíferos del Valle de México, donde pasamos las calles, manejamos, hablamos con los demás con la certidumbre de que, efectivamente, la vida no vale nada.

Pareciera que tenemos una mínima capacidad de sorpresa y una mayúscula capacidad para minimizar: ¿te asaltaron?, bueno, al menos nada más se llevaron el dinero; ¿te tocó ver una pelea en la calle?, es que la gente está muy loca; ¿te quedaste detenido tres horas en el periférico? Eso no es nada, yo hice seis horas a mi casa porque se inundó el eje.

Y así vamos, hasta que algo nos cimbra, hasta que la realidad nos agarra con la guardia baja y recordamos que esto ya no es vida.

Quizá por espíritu de género, porque la veo tan joven y tan indefensa, porque no quiero ni atrever a pensar lo que fueron esos tres días, porque ni siquiera pude escuchar la voz ronca de dolor de su padre, para mí ha sido terrible el caso de Silvia Vargas.

La imaginación es perversa, terrible, nos lleva por los caminos más oscuros. Pero lo peor, en este caso, es que no importa que tan perversa, tan terrible sea la imaginación personal, seguro no llega a esas fibras de alguien que es capaz de secuestrar, de torturar, de tener la frialdad para amenazar a una familia.

Y el segundo salto de la imaginación es hacia algún escritorio de algún ministerio público donde se van amontonando casos que no llegan a las primeras planas, que no merecen las declaraciones de funcionarios, bueno, que ni siquiera merecen ser tomados en cuenta, que son archivos que quizá amarillan ya del tiempo que llevan esperando...

Y sé, como todos los chilangos, que es tanta nuestra vulnerabilidad y fragilidad, que es tanto nuestro miedo, que preferimos cerrar los ojos, preferimos seguir adelante, murmurar, como auténticos marxistas guadalupanos, "que no me pase nada, que no le pase nada a mis amigos, a mis seres queridos".

Vamos con la guardia arriba, pidiendo vivir en nuestra burbuja de preocupaciones cotidianas, de esas pequeñeces en que se nos va el día y con las que nos sentimos afortunados: ¿cuándo es mi corte de tarjeta?, ¿será soltero o casado? Ojalá sea soltero, ¿quién ganará en el futbol?, el perro me está viendo con cara sospechosa, ¿será que ya se hizo en la sala?...

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