miércoles, 7 de julio de 2010

Enloquecer por la luz

Ah, el amor... elusivo, abrasador, ilusionado, entusiasta... para mi abuela, el enamoramiento nos había parecer a todos unos idiotas: iluminados por un faro interno que en vez que avisarnos de peligros, más bien nos aventaba -sin piedad alguna- al abismo.
En mi casa, depende con quién se hable, se tiene una lectura de qué tan bien le ha ido en esa feria.
Para mi tía Argelia, por ejemplo, todo es cuestión de estrategia: definir objetivos y actuar en consecuencia. Cuando habla, entre fumada y fumada, con los ojos entrecerrados y la mirada soñadora en el cielo, uno no se imagina que está ante la versión femenina de Erwin Rommel.
Si al "Zorro del Desierto" se le ha reconocido la rapidez de movimientos, es que no han visto a mi tía decidiendo cómo romper las dudas, miedos, (in)seguridades de ese hombre al que ella ya ha escogido. En un martini cerca el terreno; para el segundo, la plaza ya comienza a parlamentar, negociar trincheras y para el tercero, ya hay acuerdos de rendición.
En cambio, para mi tía Rosario, en el amor todo el fin, destino y viaje es perder la cabeza. Ella es partidaria del flechazo a primera vista, de temblar del ombligo para abajo, dejar el corazón que se desboque, y de ser posible, desbocarlo aún más a golpe de fuete. La filosofía básica es "mientras yo quiera y él se deje, ¿cuál es el problema mijita?". A mí me hace gracia. No me dice a cuántos ha amado, pero me gusta su sonrisa coqueta, misteriosa; el brillo en esas pupilas donde tanto (o quizá, muy pocos) se han visto reflejados, y se han sonreído, y la han besado en los quicios de las despedidas.
Quién me da un poco de penita es mi prima Fulgencia. Para ella, el amor es un invento de la maquinaria capitalista, (le gusta darse algunos airecillos y decir esas frases de que el café y la vida deben ser amargos). A ella sólo la ví una vez profundamente iluminada, permiténdose la debilidad de recitar poemas de Sabines y susurrar canciones de Silvio.
Supongo que él no compartió mucho, porque la luz se apagó violentamente... y ella, supongo, no quiso o no supo sobreponerse.
Yo no tengo claro cuál es mi lectura. A veces quisiera que todo fuera cierto: los gritos de Jorge Negrete diciendo "Te quieeeeeeero, y quiero que sepas que te quieeeeeeeeeeeeero", las cartas, los romances, la desestructuración total... y a veces, quisiera que nada fuera cierto, y que en realidad, no es el amor lo que nos condiciona, sino las neuronas, los duelos reales o imaginarios que aún cargamos.
Ya pasé por esperar como Penélope y aún no llego al odio de Medea. Espero, que la realidad no sea tan dura; me regale un sorbito de esa luz, sin llevarme a los peñascos...

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