martes, 3 de enero de 2012

¿A ustedes no les pasa?

Hay veces que los cambios de ciclo no son nada fáciles. Y van más allá de la depresión Navideña, el pavo seco, el bacalao salado o el turrón que ha aguantado ya seis temporadas de mano en mano y llega de nuevo a nuestra despensa.
Hay veces que uno no encuentra acomodo, ya no en su propia piel... en su propio cerebro. Como las figuras de porcelana que jamás compraríamos por gusto, pero llegaron de forma misteriosa a nuestras manos, viviendo de repisa en repisa con la cualidad de verse siempre forzadas.
Así traigo el espíritu. En algún momento de las últimas dos semanas olvidé cómo se vive la cotidianidad.
Me sorprendo con algunas lágrimas escondidas, celos de las parejas felices que veo en la virtualidad de Facebook y el día a día de mi calle, la piel con rasguños de soledad, un par de calambres porque creo que no volveré del Gulag del olvido a dónde me enviaron.
Me da un poco de terror pensar que mis sentimientos andan perdidos. A lo mejor me va a pasar como los suéteres que pierde mi hermano y los extraña dos o tres meses después de haberlos abandonado en el respaldo de una silla, la butaca de un cine o el asiento de un avión.
Después de todo, ¿quién prestarían atención a los pequeños detalles? A lo mejor la capacidad que tenía para amar está tirada en alguna banqueta, hábilmente esquivada, confundiéndose con el resto el panorama.
Ojalá supiera qué hacer...

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