lunes, 12 de diciembre de 2011

Un poco de palabras para pasar el tiempo

A veces me gustaría de verdad tener talento para escribir. Ahora lo hago porque es un gran sustituto del Prozac y porque así me evito la terapia. Tengo más de los 140 caracteres de rigor con el que nos estamos acostumbrando a interactuar. Además, para destilar un poco de veneno, sólo es necesario agrupar palabras, igualito que en química (un campo donde todo deja rastros y pueden acusarte por homicidio. En las palabras, bueno, te pueden acusar de ignorante, de faltar a la sintaxis y hasta de mal gusto. Salvo la muerte civil, no es tan grave, y aún con la huella electrónica, uno siempre puede aducir una mala noche, una falta de prudencia al momento de agarrar el teclado, y mejor aún, "esa cuenta no es mía")
También me gustaría tener talento para poder escribir, si no los versos más tristes, al menos algunos aceptables. Los chilangos ya nos hemos acostumbrado a la mala prosa. Entre tanto claxonazo, flechas que no conducen a ningún lado, semáforos manipulados por policías, y un lenguaje urbano que hace pensar que Tarzán podría lanzarse como orador invitado, se nos ha olvidado la sutileza de las palabras, la caricia de las conversaciones, la suavidad de oraciones.
Hablamos de poesía y todos ponemos los ojos en blanco. Culpo en parte a Bécquer (bueno, a él no, él qué culpa... pero ¿qué tal los maestros sin escrúpulos que nos lo recetaban como si fuera aceite de hígado de bacalao) y culpo en mucho a Arjona, quien nos hizo creer que rimar "hemodiálisis" con "corazón" era meritorio.
Total, que me encuentro aquí, con mis palabras limitadas por sí mismas, sin saberse ubicar en malas rimas. Seguiré trabajando como alquimista, en la oscuridad, porque ya bien es sabido y nos han advertido, que un mal poema amoroso es todavía más letal que una carta del SAT, (Señor, que a Arjona nunca le den ese trabajo, por favor, porque es capaz de empezar: "Usted tan contribuyente y nosotros tan administrativos..."

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