jueves, 6 de enero de 2011

El vicio de la paciencia

Hay gente que hace Sudokus; se sabe las películas de 1940 o memoriza equipos de segunda división de Australia. Y está ****, cuyo principal vicio es consumir historias.
Empezó inocentemente (todos los vicios empiezan igual, o quizá, es que los viciosos no tiene imaginación y siempre inician sus historias con el consabido "no sabía en lo que me metía).
Sin embargo, las historias están tan disponibles como el café, la nicotina y otros mucho menos legales.
Uno de los principales atractivos es que siempre hay proveedores: desde la crónica personal y no necesariamente inocente del taxista divorciado, en pleno romance con una amiga de años, quien se aprovechó de su momentánea vulnerabilidad para encaminarlo, por estas calles de la capital, a un motel con una cierta sombra de sordidez, debido - quizá - al tono, o por la sonrisa que trata de ser cómplice, o porque hay cierta pretensión de motivo ulterior; o aquella otra contada por una voz templada en la indiferencia: "¿esta cicatriz? Es una puñalada que me dio mi marido por celos. Me dieron 15 puntos. ¿Si todavía sigo casada? Pues no, después de esto, empacó sus cosas y me dejó, aunque a veces regresa".
Pero como todo coleccionista y vicioso, no sólo es encontrar historias... si no encontrar algo que valga la pena.
Un buen método es dejar que las palabras vaguen un poco y se vayan acomodando en la comisura de los labios. "Un poco triste, quizá porque así es la vida de miserable", comenzó a decir aquella mujer que no entendía el concepto de que alguien no tuviera dinero para una lata de sopa. Sin embargo, desconfió cuando la vio mover la cabeza con pesadumbre fingida "pero a todo se acostumbra una". En ese momento perdió el interés. Sabía que vendría una larga retahíla de lugares comunes, inspirados por libros de autoayuda, películas de Hallmark channel o aquellas novelitas insulsas donde todas las mujeres tienen cabello color trigo, ojos color del tiempo y senos turgentes.
"No la detesto. Simplemente no aguanto esa expresión bovina que pone cuando se sirve el café". He ahí un inicio prometedor. Trató de acercarse con suavidad al hombre, pero quizá hubo un movimiento demasiado brusco y el posible narrador, guardó silencio.
Ahora mismo trata de perfeccionar su técnica. Las buenas historias son volátiles y requieren de mucha paciencia.

1 comentario:

  1. Hola, esta muy bien esta entrada y el título es genial "El vicio de la paciencia". Voy a echar un vistazo a tus otros artículos.

    Saludos.

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