jueves, 6 de enero de 2011

De presente y futuros...

El problema de los primeros días del año es que uno se aboca a hacer el balance de lo vivido y generar expectativas sobre el futuro.
Mis balances, invariablemente, tienen un toque de melancolía, y dependiendo la falta de azúcar en mi sistema, alguna que otra nota amarga: los viajes que aún me faltan, los amores no realizados, las promesas que no terminan por cumplirse.
Como en mi casa, además, hemos perfeccionado el arte de la tirada al piso (si fuera deporte olímpico, arrasaríamos con el oro), empezamos los balances con "si tan solo hubiera sido distinto...", una expresión tan útil como "¿qué no te fijaste que había una varilla en el piso? ¿cómo te fuiste a caer?".
Respecto a las expectativas, dependiendo de las deudas acumuladas en la tarjeta de crédito, se vuelven más o menos pragmáticas. O eso creo, porque finalmente, las expectativas se vuelven delirios del presente, una especie de retrato afiebrado acicatado por el deseo: la lámpara mágica para inclinar al destino a nuestro favor.
Soy fiel a mis deseos de ganarme la lotería aunque jamás compro boleto. Pido por tener paciencia, aunque la pierdo con asombrosa rapidez. Últimamente, mi mayor deseo es no encontrar tanto tráfico, mismo que no sé si sea un signo de mayor madurez o una abdicación sobre tener miras más nobles como la paz mundial o encontrar la fórmula que acabe con la pobreza.
Ante la duda, seguiré con mis expectativas, endulzadas con la ignorancia. Total, siempre hay un mañana.

No hay comentarios:

Publicar un comentario