martes, 7 de septiembre de 2010

A la fiesta!!!!

Mi tío Florencio tenía la pésima costumbre de aburrirse. Acomodaba las manos sobre su panza chelera, veí al derredor y concluía:
"Lo que hace falta, Edelvina, es una fiesta".
Mi tía Edelvina interrumpía su quehacer, también miraba como si quisiera encontrar una ruta de escape, lo encaraba y, con la más sensata de las voces, susurraba: "Ay Flori... estamos muy gastados. Tenemos pendiente lo del gas, la luz; zapatos para Graciana, uniformes nuevos para Maldequito y eso sin contar que falta arreglar la estufa y la fuga que está manchando de humedad el piso de la sala".
"Oh, ¿ya vas a empezar?, ¿por qué quieres quitarme ese gusto? Hasta parece pecado querer un poco de diversión en esta casa"- bufaba mi tío. Con un enorme esfuerzo se levantaba de su silla y salía dando un portazo.
Ante las evidencias, mi tía entonces suspiraba (otra vez), miraba el techo, calculaba más o menos con cuánto de fiado se podía contar, y ya para la hora de la cena, mientras le ponía el café con leche enfrente, apoyaba muy suave su mano en el hombro de mi tío
"Creo que tienes razón, Flori... Hagamos la fiesta".
Mi mamá completaba la frase entre dientes: "a ver con qué la pagamos".
Así siempre ha sido el valor civil que nos caracteriza en la familia.
Seguía entonces un frenesí de buscar a los amigos, a los cuates, a los cuadernos de doble raya: "Oye, ni hagas planes para el 15 de septiembre que es mi cumpleaños y voy a hacer una fiestecita".
Mi tío Florencio tenía la cualidad de decir "fiestecita" cuando en realidad quería dar a entender que habría un pachangón de proporciones épicas, donde habría -al menos- mariachi, un trío, dos marimbas y un grupo veracruzano; tres marranitos en carnitas, dos borregos, mole con su guajolote incluído, arroz, tortillas, nopales y harto, harto, harto "vinito" que era como le llamaban a un destilado que hacía Don Fede en un cuartito clandestino, y que servía lo mismo como aperitivo que para limpiar bujías.
En esa época todavía no estábamos tan adoradores de la tecnología. A la luz de los festejos bicentenarios, sé que mi tía Edelvina hubiera amado la solución de decir: "bueno, armamos la fiesta y cada quién la sigue por webcam desde su casa". Hay soluciones que tardan mucho en llegar.
Pero, en esa ocasión en particular, luego de que la fiesta nos dejó con la calle con los pendones, botellas vacías, montones de ollas por lavar, y los perros en la profunda dicotomía de no saber si las vastas sobras compensaban el ruidero, coheterio, echada de bala, pleitos de borracho que había que soportar, mi tío, mi querido tío que experimentaba todas las crudas posibles -desde la moral hasta la existencial-, se encontró con la cama vacía, las valijas hechas y una nota de mi tía, quien se había hartado de suspirar: había agarrado sus cosas y sólo le dejó una nota: "para que no te aburras, aquí está la escoba"

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