martes, 14 de septiembre de 2010

Bajo llave

Los mejores discursos son los que he guardado. No han sido particularmente elocuentes, ni tampoco conmovedores. Es simplemente un pasatiempo, como hacer rompecabezas, hacer punto o ensartar collares; una forma de exorcizar soledades, y por una sola ocasión, tener palabras precisas, afiladas y exactas como cuchillos, para ir hundiendose en la suave pulpa de la memoria.
A veces, los dicursos solitarios son la piel de los sentimientos: un órgano frágil y vasto que respira por sí mismo, y resiente los cambios. Tuve la calidez de la promesa de la seducción; he tenido el cierzo de tu ausencia.
Si el silencio es el lenguaje que tenemos en común, ¿tendría caso que lance una palabra a esa calma tan parecida a un purgatorio, sin la certeza del castigo del infierno, o esa dulce indiferencia azucarada con la que nos han vendido el cielo?
Además, ¿qué podría decirte?, ¿podría ser tan conmovedora que aplaces tu huida?, ¿podría ser tan tierna que reconsideres abrigarte bajo mi mismo cielo?
Tú sabes que por cada paso que pones entre ambos, yo daré dos más para alejarme de tí.

1 comentario:

  1. Los mejores discursos son los que he pensado, en silencio, en mi soledad, y no he tenido el valor de decirlos.
    Oh mi Dios, pequeña, vuelas alrededor de la flama como una mariposa nocturna, sabiendo que cuanto mas te acerques, mas pronto terminara tu sueño.
    El domingo pasado aprendi que cada quien vive una fantasia, su fantasia.
    Asi pues, no te queda mas que disfrutar y seguir flotando entre el cielo y el infierno. Alguien dentro de ti lo quiere, le gusta y le sirve para algo... House.

    ResponderEliminar