lunes, 21 de junio de 2010

Oda a un perro bueno

El problema de enfrentarnos a las pérdidas es que no hay un manual sobre cómo hacerlo sin parecer que uno se ha desquiciado brevemente. Más que un luto, tenemos descarrilamientos de emociones.
Durante casi 17 años, compartimos la casa con Tatanka, una mezcla de cocker spaniel con streeter (para decirlo elegante y que los puristas de las razas no eleven tanto la ceja). Tatanka llegó de 3 meses y tuvo el pésimo gusto de dejarnos solos el sábado 19. Puede que no haya sido un perro muy listo, pero se fue en compañía de José Saramago y Carlos Monsiváis. Ya quisiera yo tener esa elegancia para cuando deje este planeta.
En fin, ¿Es triste y rídiculo hacer una oda a un perro? Quizá. No era Rintintín, jamás hizo un comercial. El único truco que aprendió fue a dar la pata; y su hazaña más recordada será la audacia con la que atracó el pastel de cumpleaños de mi hermano, con toda delicadeza.
Hubiera sido el crimen perfecto, si ella no hubiera sido negra como mi conciencia y el merengue del pastel, totalmente blanco. Todavía se nos quedó viendo con cara de "¿si?, ¿qué ocurre?, ¿alguien tomó pastel sin que el festejado lo partiera? De verdad, cómo hay gente sin escrúpulos, caray".
Su existencia clasemediera transcurría en ladrar a los extraños mientras les movía la cola, quedarse dormida en el lugar favorito del sofá donde mi papá acostumbra a leer el periódico, mismo que tenía que ser negociado, y no siempre ganado (eso habla muy mal del poder de convocatoria de mi progenitor).
A veces, le entraba el síndrome José Alfredo Jiménez y le daba por exigir su tequila y su canción a las dos de la mañana, con ladridos destemplados, que a mí -al menos- me hacían desear entregarla al puesto de tacos más próximo; pero claro, uno se encontraba esos grandes ojos negros y se me ablandaba el corazón. Y entonces me daba cuenta que en realidad era que tenía frío, o que afuera caía una lluvia épica.
Como se supone que era cocker, nos convencieron para hacerle el corte "de la raza", y más bien, la raza nos la rementó. Estuvo 15 días sin salir a la calle, porque claramente el corte del "último de los mohicanos" a la inversa, no fue de su agrado.
El problema de la felicidad cotidiana es que no es notoria. Sólo nos acordamos de ella cuando te dejan una bolsa de croquetas sin comer y dejas la casa en una caja de jabón Roma

1 comentario:

  1. Me hiciste reir y me hiciste llorar. Extraordinario obituario para uno de los perros más entrañables que he conocido. Tatanka, te extrañamos. Ana L.

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