miércoles, 2 de junio de 2010

En la noche... esa voz

Me encantaría ser inocente. Tener la mirada limpia, la conciencia nueva, la certeza de ir por el camino correcto.
De niña quería ser Santa. El problema es que me falta vocación para resistir el embate de la duda.
También quise asomarme al abismo. Dar ese paso oscuro y retorcido que cambia la vida para siempre. Prestar oído a esa voz vidriosa, la misma que alguna vez dijo "Toma y come la manzana".
Pero hasta para ser cínico hace falta oficio, y el corazón (ése que presumo tan blanco, como el del asesino con las manos teñidas en sangre) tampoco tiene la fuerza para cargar con el peso de la culpa.
Voy desgranando los días en la tibieza de la seguridad, del periódico matutino, de las calles limpias, la luz del sol filtrándose entre las hojas.
Tengo los sentimientos correctos hacia la gente correcta.
Pero, cada vez más, en las noches de insomnio, en los eclipses de esa moral acomodaticia, escucho esa voz que me dice "Da el paso... ¿Quién puede enterarse?, ¿a quién puede importarle?"
Cierro los ojos y duermo
Cierro los ojos y lo pienso
Despierto

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