jueves, 3 de septiembre de 2009

Irrupción

Me falta valor para entrar en tus sueños. No lo puedes reprochar. Tengo la mirada del culpable, probablemente rastro del único hurto que he cometido: tenía diez años y me llevé un paquete de chicles. Me cayó todo el peso de la ley (materna, por supuesto. La legal nunca ha sido el fuerte de mi entorno).
Truncados mis deseos de seguir los pasos de John Dillinger, sólo puedo soñar con el crimen perfecto: Deslizarme por tus párpados cerrados, rozar con mis labios tu oído y pedirte, con la voz derretida en la luz de la madrugado, ardiente susurro, que me dejes robarte un beso.

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