domingo, 4 de septiembre de 2011

Hay un momento...

En que quisiera saber si de verdad estoy haciendo algo de mi vida. ¿Es tan egoísta buscar la trascendencia?, ¿es tan mediocre esperar que el día transcurra sin sobresaltos?, ¿es idealista querer que llegue la noche para dormir sintiendo tu aliento?, ¿es tan triste considerar que algún día llegará el deterioro y la muerte?
A veces me gusta ver las noticias en la noche, para saber que en Australia cumplió su promesa de tener un nuevo día. Saber que la eternidad no empieza un lunes, (al menos, no para los poetas, sino para nosotros, que vivimos en prosa) trae un cierto consuelo. Un poco agridulce, como tomar chocolate con chile o mango con salsa de ají.
También me gusta que llueva los domingos, porque no tengo que imaginarme ardides para emboscar la melancolía; sólo llega y se instala, con la misma rutina con la que llega el día de comprar comida, lavar la ropa o lavarse los dientes.
Toda esta palabrería para decirte que te extraño. Que a veces sueño contigo. Que veo tu rostro afilado de dieciséis años, cuando toda la vida era idealista y una promesa de nuevo día. Pero así es envejecer... ver pasar los años, y considerar que la medianía de la vida consiste en saber que nunca volveremos a ser jóvenes, que la ambición se concreta en no despertar con agruras y recordar que hay un lunes en que empieza la rutina... no la eternidad.

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