martes, 1 de diciembre de 2009

Juanito y Clarita: un amor como no hay otro igual (afortunadamente)

Ciertamente, chiquillos maravillosos, México no es Disneylandia. Nacer en un país donde la vida no vale nada, nos hace más proclives a tomar decisiones que no están fundamentadas en el sentido común.
Podemos decir que los Noruegos son fríos y tienen un clima espantoso y hay muchos suicidios (variante "B" de la vida no vale nada), pero al menos se aburren con dignidad.
Aquí, por el contrario, nos gustan las emociones fuertes, beber el tequila de la botella e ir a echar balazo al Tenampa (y a algún que otro Starbucks).
O quizá es que después de estar tan expuestos a Laguna Verde y el entretenimiento ñoño de las telenovelas que comienzan a coquetear con la oligofrenia es que ya nos parece hasta graciosa la historia de amor, como no hay otra igual, de "Clarita y Juanito".
La trama empezaba bien: Ella es una muchacha dulce y campirana, que a las primeras de cambio, se sube al lomo del caballo, flores en el pelo y saludando uno largo y otro corto, y que por cuestiones ajenas a esta telenovela, sólo sabemos que no pudo contender a la corona de la Reina de Iztapala.
Él, claramente, tiene una debilidad por los reflectores y vaya que los ha sabido aprovechar, con escenas tan memorables como quitarse la camisa a la primer provocación, como en aquel innenarrable capítulo de premiación de Mr. México, Mr. Músculo o Mr. Tanga, que para el caso es lo mismo.
Cierto: no eran el uno para el otro, pero en la política, que exige menos verosimilidad que cualquier novela rosa, los puso en el mismo camino.
Se amaron tiernamente hasta que los intereses oscuros volvieron loco a Juanito, quien dicho sea de paso, jamás nos convenció en que era la mente brillante que llevaría a Iztapalapa al Edén, por lo que el argumento de "se volvió loco" es bastante debatible. Y otra tangente: nunca he entendido por qué se habla de oscuros intereses cuando son bastante transparentes. (Era como cuando acusaban a los políticos de enriquecimiento inexplicable...)
Total que ahora tenemos en encamotamiento (no encamamiento, favor de leer bien) que deja a la muy lamentable adaptación de Corazón Salvaje en calidad de pieza literaria contendiente al Premio Nóbel.
Más allá de los candados legales, leyes, gritos, votos y todo lo que puedan hacer para mandar a cada quién a su esquina, no puedo dejar de tener cierta condolencia sobre cómo será Juanito en unos meses, si es que esta comedia política no termina en tragdia, y pueda recordar esta época como la más feliz, escuchando el coro de "Ay Juanito no te rajes" y el ufano respondía "Y Juanito no se rajó"...

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