viernes, 27 de noviembre de 2009

Todos tienen un blog

Un amigo al que considero un modelo de sentido común resumía que "el que casi todos los hombres toquen la guitarra es casi igual de común y aburrido que el que las mujeres escriban poesía o cuento". Tiene toda la razón: No sólo buscamos la sensibilidad, sino que además queremos demostrar que lo somos, a través de todo tipo de canales, y ahora, con las redes sociales, es un sueño hecho realidad.
No creo que esta fiebre tenga que ver con la necesidad de expresar pensamientos profundos, ni con el tema de que después de 70 años de príato y dos sexenios empanizados tengamos la compulsión de compartir inquietudes ciudadanas...
Más bien, comienzo a sospechar que todos los humanos llevamos un pequeño dictador interno que nos obliga a recordarle al mundo cuán equivocado está a través de darle un poco de nuestra percepción del mundo.
Quizá son las ganas de poner envidioso al prójimo lo que ha hecho que las sociedades avancen... psamos del "miraaaa, camino erecto y tú no", a "mi cueva es más grande", o alguna frase que seguramente se dijo en algún momento: "Yo cocino con fuego...- expresión que seguramente fue acompañada del primer levantamiento de ceja de la historia ante la masa cruda de lo que antes fue un antílope, conejo o lo que gusten-.
Claro, ahora hemos evolucionado y decimos: "te voy a mandar el link de mi blog", "¿Ya viste mis fotos en facebook", "Tengo 10 mil seguidores en twitter.
Por cierto, tampoco es que seamos tremendamente originales. Las peleas contra el mundo han sido una constante. Hace poco cayó en mis manos (aunque más bien debió haber callado en mis manos) un libro de León Bloy, un "enfant terrible", que durante 400 páginas de su diario se dedica a dejar constancia de todos los que no le caen bien y decir cuán vacío, maldito y bruto es este mundo, (supongo que entre otras cosas, por no reconocer su genio literario, porque su genio de carácter seguro que más de uno tuvo la desdicha de tenerlo que aguantar).
En fin, que nos gusta hablar porque tenemos boca (o dedos más o menos ágiles para llenar blogs como éste, twitter o facebook), nos gustan las peleas bizantinas (Quizá Bizancio en realidad fue una cantina donde después de seis chelas parecía fundamental pensar sobre si los ángeles tenían sexo o no).
Ya se acabaron aquellas épocas en que las familias se reunían junto al piano a escuchar a los vástagos de los anfitriones ejecutar (en muchas ocasiones, éste es el único verbo) alguna pieza deleitable, mientras los invitados se fugaban a un mundo mejor mientras degustaban chocolatitos con brandy (ellos) y rompopito con tortitas de jalea (ellas).
Ahora nos reunimos frente a la tele para ver quién es mejor en Guitar Hero... O tempora, o mores

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