sábado, 30 de marzo de 2013

La guerra de vietnam en la peluquería

A mí que no me digan que el mundo masculino es el de la testosterona a más no poder. Lo siento. No lo puedo creer, sobre todo cuando mi primer encuentro con un "lágrimas y risas" fue en una peluquería.
No, no estoy hablando de estéticas unisex, donde pululaban los botes de laca, de esos por los que mi generación deberíamos pedir perdón todos los días de nuestra vida, porque estoy segura que fueron responsables directos de acabar con la capa de ozono.
Fue en una peluquería de esas de las de antes, de las antiguas, donde mi presencia femenina de lazos rosas fue permitida porque tenía quizá unos 7 u 8 años, y porque mi papá no tenía con quién encargarme.
A mí siempre me impresionó aquel lugar de paredes pintadas de blanco, con un letrero afuera entre dos redondeles azules y rojos. Lejanísimos de los salones de belleza a los que iban mis primas, con los espejos, la música, las mujeres de uñas larguísimas que te pasaban un catálogo con la promesa de 500 distintos cortes de cabello "a la moda", para que saliéramos con nuestros tres pelitos de elote de siempre.
En la austeridad del peluquero, en cambio, había un cartelón, 6 distintos tipos de cortes de caballero y un montón de revistas, entre las que estaban --he de decirlo-- un montón de lágrimas y risas, en color sepia, que contaban las desventuras de John, un aguerrido GI Joe quien luchaba por la paz y la justicia en Vietnam, enamorado profundamente de... No-tengo-la-menor-idea, pero pudo haberse llamado Hui Chui, Ming Ching, Chu-Cha-Na, una hermosa vietnamita.
Los dos lloraban como locos. Nunca entendí muy bien cuál era el drama. Lo único que me acuerdo es que John debía encontrarse a Chu Cha Na en la frontera, en las líneas enemigas. Ella lloraba y lloraba porque no podría llegar. Él la esperaba bajo "el fuego enemigo".
Y no, nunca supe en qué paró el asunto.
El peluquero tenía algunos números, ninguno secuencial. Y mis padres no entendieron el por qué era tan importante tener esas revistas que consideraban la peor lacra posible de la literatura.
Así que hasta la fecha, cuando estoy en una sala de espera, revuelvo entre las revistas a ver si me entero si Chu Cha Na llegó a ver a John, si John se tuvo que regresar a Texas a casarse con alguna novia de la lejana juventud, o si finalmente --al menos en ese guión de Yolanda Vargas Dulché -- Vietnam era un conflicto que terminó en una resolución pacífica...

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