miércoles, 6 de marzo de 2013

Ah, la confianza...

A mí me encantaría tener esa confianza con la que la gente va por la vida. La confianza que el mundo se sostiene y el cielo no cae (y ahí vienen los meteoritos), que hay suficiente tiempo para todo (ay, mi cadera) y que las instituciones se mantienen (adiós, Benedicto, adiós).
El problema de venir de una familia estilo Soprano mezclado con Los Tres García es que genera cínicos, como quien esto escribe; con la única certeza --esa sí-- que todo puede ir a peor. 
La humanidad tampoco hace nada por mejorar esa percepción. Así pasamos de la Capilla Sixtina al Gangnam style, de Notre Dame al perreo y de "más hermosura y suavidad posees/ tiembla el brote de mayo bajo el viento/ y el estío no dura casi nada" a "está de weeeeebos weeeey".
A mí, he de confesar, me intriga mucho el nuevo lenguaje de seducción.  Obviamente no esperamos a un ser humano con gorguera, con lenguaje del siglo XVI, con caballo blanco y armadura brillante, que nos digan: "oh, bella y graciosa moza, pasaba por este camino, cuando vuesa hermosura captó mi mirada".
Hombre, no... y mucho menos si huelen como esos nobles y rancios caballeros...
Pero, digo yo, ¿es mucho pedir que usen monosílabos y con gradientes más allá de "ah weeeebo", "chingón", "no mames"?
Tres frases, por cierto, con lo que uno puede fingir una conversación:
- "Dime, ¿me veo gorda con este vestido?"
- "No mames"
- "¿Y... me quieres mucho?"
- A weeeeeeebo
- "¿Vamos al cine?"
- Chingón
 Y así, palabras más o menos, me tocó escuchar una conversación justamente hoy a la hora de la comida.
Al final... me quedo siempre con la duda si de verdad esas son las tres frases con las que cualquiera puede construir una relación.
- ¿y por qué no me volviste a llamar?
- No mames...
Seguramente gana uno en practicidad, pero pierde en profundidad y contundencia.
Eso explica tanto en mi vida...



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